La Erupción del Mont Pele por Manuel Mora
Aclaraciones técnicas:
La
subducción
La litosfera oceánica, formada en las dorsales, es delgada y
no muy densa
debido a su alta temperatura, pero a medida que se aleja de
la dorsal se
va enfriando y también experimenta subsidencia térmica. Al
mismo
tiempo, se va volviendo más gruesa a medida que el material
del manto
superior se adhiriere a su base.
Finalmente puede ocurrir que su peso la empuje a hundirse en
el manto,
formando una corriente convectiva descendente. Se origina
entonces una
zona de subducción, que es la zona en que la placa oceánica
se dobla y se
hunde en el manto. La litosfera continental granítica no
puede hundirse en
el manto, porque es menos densa.
Características de las zonas de subducción
Las zonas de subducción presentan varios rasgos
característicos:
• Se encuentran en los océanos, puesto que siempre es una
placa oceánica
la que subduce.
• La placa que permanece sin subducir, llamada placa
cabalgante, puede
ser oceánica o continental.
• En la zona donde la placa subducente se dobla, se forma
una fosa oceánica
profunda y alargada.
• En la fosa oceánica se acumula un gran espesor de
sedimentos.
• Si los sedimentos son comprimidos contra la placa
cabalgante, quedan adheridos a ella formando un
prisma de acreción.
• Son zonas de intensa sismicidad, debido al rozamiento.
Los seísmos están distribuidos según un
plano inclinado, llamado plano de Benioff.
• La placa subducente experimenta una fusión parcial,
que aporta magmas a la base de la placa cabalgante,
produciendo manifestaciones magmáticas,
como vulcanismo e intrusiones plutónicas.
• El empuje de la placa subducente sobre la placa cabalgante
la comprime, aumentando su grosor y
originando un relieve, un orógeno volcánico.
En las zonas de subducción la interacción entre la placa
oceánica
subducente y la placa cabalgante produce sismicidad,
vulcanismo,
formación de orógenos…
La subducción es la formación de corrientes convectivas
descendentes constituidas por litosfera oceánica.
Los archipiélagos volcánicos
La litosfera oceánica es más delgada que la continental.
Cuando un penacho
térmico se sitúa bajo ella también se abomba, pero el
vulcanismo se
manifiesta muy pronto y origina un archipiélago volcánico.
Los puntos calientes en la litosfera oceánica originan
archipiélagos
volcánicos como Hawai, las Azores y muchos otros.
Pero no todos los archipiélagos volcánicos están
relacionados
con puntos calientes.
El vulcanismo de un punto caliente en la litosfera oceánica
vierte grandes volúmenes de basalto, pero no puede llegar a
formarse un volcán gigante como el Monte Olimpo de Marte,
porque en la
Tierra las placas están en movimiento y no permanecen
estáticas sobre el penacho térmico, por lo que en
vez de formarse un único edificio volcánico de grandes
dimensiones,
se va formando un rosario de volcanes, que se
van extinguiendo a medida que se alejan del foco térmico.
Corrientes convectivas descendentes
Las imágenes sísmicas del interior terrestre muestran que
los penachos
térmicos forman columnas ascendentes relativamente bien
organizadas.
Cuando alcanzan la base de la litosfera se abren como un
paraguas, o más
bien como el yunque que corona las nubes de tormenta; el
flujo deja de
ser ascendente y se hace radial.
El penacho térmico se va enfriando, principalmente por dos
procesos:
• Conducción del calor a la litosfera. En ella se produce
magmatismo, que da lugar al vulcanismo.
• Expansión de los materiales. Las rocas que forman el
penacho
térmico se expanden a medida que alcanzan zonas
de menor presión, y su expansión las enfría, del mismo
modo que la expansión de un gas reduce su temperatura.
Cuando el material se hunde de nuevo en el manto forma corrientes
descendentes, que son más difusas que las ascendentes
porque el flujo radial disgrega el penacho térmico.
En su descenso los fragmentos procedentes del penacho llegan
a la discontinuidad
de Repetti, pero no se hunden fácilmente en el manto
inferior,
que es más denso, y pueden quedar apoyados sobre la
discontinuidad
hasta que la presión los va compactando. Cuando su densidad
ha
aumentado lo suficiente, acaban por hundirse en el manto
inferior
Arco
volcánico de las Antillas Menores
El arco
volcánico de las Antillas Menores, (también llamado arco de fuego del
Caribe, arco de fuego de las Antillas Menores o arco volcánico del Caribe) es
una larga serie de volcanes activos y de islas volcánicas, que se
extiende en arco de norte a sur desde el este de Puerto Rico hasta la costa de Venezuela.
Es uno de los dos arcos de fuego de Centroamérica,
siendo el restante el de Arco
Volcánico Centroamericano.
En el arco volcánico de las Antillas Menores se observan actualmente unos 70
volcanes activos, algunos de ellos submarinos.
Formación
Este arco volcánico marca el límite oriental del mar Caribe y consecuentemente el occidental del océano Atlántico. Se origina en la
zona de contacto en la Placa del Atlántico y la Placa del Caribe.
En ella, la primera se desliza por debajo de la segunda mediante el fenómeno tectónico conocido
como subducción.
La Placa del Caribe,
a su vez, es empujada hacia la del Atlántico por la presión a la que la somete
la Placa de Cocos,
responsable de la formación de los volcanes continentales centroamericanos en
el restante arco de fuego.
Composición
El arco volcánico de las Antillas Menores incluye cinco grandes volcanes activos
que han producido catastróficas erupciones en el pasado y son responsables de
numerosos terremotos en la región.
abarca toda la zona de contacto entre la Placa del Caribe y la Placa
Sudamericana, marcando el límite entre el Mar
Caribe y el Océano Atlántico. La Placa Sudamericana ,
más pesada, se desliza por debajo de la del Caribe a un ritmo de 1 a 2 cm por año, en un fenómeno
conocido como subducción, y se
hunde en las entrañas de la
Tierra hasta alcanzar las capas profundas del manto. La fricción, la presión y las
altas temperaturas funden la corteza y transforman la placa en magma, que a su vez alimenta las calderas de
los volcanes del arco. Este proceso es también responsable de la actividad
sísmica de la región.
La zona es rica en volcanes activos: se han
identificado más de 70. Los más importantes, además del Pelée, son el volcán
sumergido Kick-´Em-Jenny junto a la costa de Granada, La Soufrière en Guadalupe, Soufrière Hills enMontserrat y Soufrière
St. Vincent en San
Vicente y las Granadinas.
Primeros indicios
Ya en 1899 el volcán comenzó a mostrar signos de
mayor actividad: luego, dos años antes de la erupción, en el verano de 1900,
el cráter de Étang Sec comenzó a incrementar el tamaño de sus fumarolas12 y
a liberar erupciones freáticas en forma de vapor ardiente,
como había sucedido en 1792 y 1851.
Esta situación se mantuvo hasta principios de abril de 1902, cuando algunos excursionistas
notaron que se habían formado nuevas fumarolas sulfurosas cerca de la cima del
volcán. Como las fumarolas habían estado apareciendo y desapareciendo o
cambiando de lugar desde que se tenía memoria, ni el gobierno colonial ni la
población dieron importancia al hecho.
Las erupciones comenzaron el 23 del mismo mes,
bajo la forma de una ligera
lluvia de cenizas que cayeron sobre las laderas sur y oeste, acompañadas
de fuertes movimientos subterráneos. Dos días más tarde, la montaña vomitó una
gran nube de rocas y cenizas desde la cumbre, originada en el Étang Sec, que no causó daños. Al día
siguiente, toda la región fue cubierta con una nube de cenizas, pero las
autoridades tampoco vieron en esto motivo de preocupación.
Invasión de animales
salvajes
El sábado 3 de mayo se levantó un
viento del sur que arrastró las cenizas hacia el norte, aliviando la situación
en St. Pierre. Al día siguiente la lluvia de cenizas se intensificó, y las
comunicaciones entre la capital y el distrito de Prêcheur quedaron
interrumpidas. La nube de cenizas era tan densa que impidió que los buques
zarparan de la costa; nadie se atrevía a navegar a través de ella. Muchos
ciudadanos decidieron evacuar, llenando la capacidad de los barcos. Toda el
área quedó cubierta de una capa de ceniza blanca tan fina que se parecía a la
harina. Los animales, tanto salvajes como domésticos, huyeron: el ingenio Guérin, ubicado
a 3 kilómetros
al noroeste de St. Pierre, fue invadido por millones de hormigas y ciempiés de más de 30 cm de longitud,13 que atacaban a
todo caballo que se encontrara en su camino. En St. Pierre, cientos de víboras fer-de-lance, muy
venenosas, tomaron las calles. Se ordenó al ejército exterminarlas a tiros,
pero no pudo lograrlo antes de que las serpientes mataran a 50 personas14 y muchos
animales domésticos.
Últimas advertencias
El 5 de mayo, lunes, la montaña amaneció calma en
apariencia; sin embargo, a las 13 horas, el mar retrocedió súbitamente 100 metros y luego se
precipitó a tierra nuevamente, inundando la ciudad, mientras una gran nube de
humo aparecía en el lado occidental de la montaña. Una de las paredes del Étang Sec se derrumbó, arrojando una
avalancha de lodo y agua hirviente a las aguas del Blanche, inundando el
ingenio Guérin y sepultando al menos a 150 personas bajo una capa de barro de
entre 60 y 90 metros
de espesor.
Los refugiados de otras áreas de la isla
llenaron St. Pierre, pero, esa misma noche, las perturbaciones atmosféricas
producto de la actividad volcánica destruyeron las instalaciones eléctricas de
la ciudad, sumiendo a los sobrevivientes en las tinieblas y aumentando así la
general confusión. A las 2 de la madrugada del día siguiente, comenzaron a
escucharse fuertes ruidos originados en el corazón de la montaña.
A las 4 de la mañana del miércoles 7, el monte
Pelée extremó aún más su actividad: las nubes de ceniza causaron relámpagos
volcánicos alrededor de la cima, y ambos cráteres comenzaron a brillar con luz
rojoanaranjada en la oscuridad.
A lo largo de todo el día los pobladores
intentaron huir de la ciudad, pero la mayor parte de la población rural trataba
de refugiarse en ella, aumentando la población en el orden de varios miles,
porque los periódicos
seguían diciendo que la ciudad constituía un refugio seguro.
Erupción principal
La nube de cenizas se
cierne sobre el cementerio.
El Día de la Ascensión, 8 de mayo, una
gigantesca erupción arrasó St. Pierre. Por la mañana, los pobladores observaban
el espectáculo pirotécnico que desplegaba el volcán. El operador telegráfico
del turno nocturno había estado transmitiendo a su par de Fort-de-France un minucioso reporte de la actividad
de la montaña. Su última palabra transmitida fue Allez ("cambio") pasando la
iniciativa a su colega. Eran exactamente las 7:52 de la mañana. Al segundo siguiente,
la línea quedó muda.
Una nave que se utilizaba para la reparación del
tendido eléctrico tenía la ciudad a la vista desde el mar: la mitad superior de
la montaña se desgarró, se abrió y exhaló horizontalmente una densa nube de humo negro. Una
segunda columna de humo rodó ladera arriba, formando una gigantesca nube en
forma de hongo que oscureció el cielo en un radio de 80 km . La velocidad de
desplazamiento de estas nubes era de más de 670 km por hora.
El flujo pirocástico horizontal cayó por la ladera
y aceleró en dirección a St. Pierre. Era negro y pesado, y brillaba
interiormente. Consistía en vapor supercaliente, gases volcánicos y polvo, todo
calentado a temperaturas superiores a los 1.075 °C. En menos de un minuto
envolvió la ciudad, incendiando instantáneamente todo elemento combustible con
el que entraba en contacto.
Siguió un golpe de viento, esta vez en dirección
a la montaña. Luego, durante la siguiente media hora, llovió una mezcla de
barro, agua y cenizas. Durante las horas sucesivas, toda comunicación con St.
Pierre estuvo cortada. Nadie sabía lo que había sucedido, las autoridades
estaban inoperantes, y se desconocía la situación del gobernador.
Muchos pobladores fueron arrastrados por el mar
y se ahogaron, la mayor parte de ellos marineros grandemente quemados15 que
habían sido empujados al agua por la presión del flujo y cuyos cadáveres
quedaron flotando a la deriva.
Una mujer también sobrevivió a la explosión
piroclástica; lo único que recordaba era un calor súbito. Murió poco después de
ser rescatada.
Entre las víctimas se cuentan los tripulantes y
pasajeros de los buques amarrados en el puerto de St. Pierre. Un barco de
pasajeros, el "Roraima", que se perdió el 26 de abril, fue reportado como tragado por la
nube de cenizas de una de las erupciones preliminares. Sin embargo y
desafortunadamente, no se había ido a pique y consiguió alcanzar el muelle
segundos antes de la erupción principal, y todos sus elementos combustibles
fueron volatilizados por el flujo piroclástico. Se hundió poco después, y sus
restos aún son visibles frente a la costa de St. Pierre. Murieron sus 28
tripulantes y todos los pasajeros excepto dos: una pequeña y su niñera créole.
Intentos de rescate
A las 12 del mediodía el gobernador interino (ya
que el titular había muerto) envió al acorazado "Suchet" a investigar
lo ocurrido. La nave llegó a St. Pierre a las 12:30 y encontró la ciudad en
llamas. La temperatura le
impidó atracar, y, cuando lo logró, el capitán se dirigió a la Place Bertin, en la zona céntrica, que había
estado llena de árboles, cafés y bares. Ni un árbol quedaba en pie, solo los
ennegrecidos tocones, troncos carbonizados y arrancados del suelo de raíz. El
fuego y los vapores asfixiantes impidieron una exploración más profunda, y los
marinos abandonaron las ruinas humeantes.
Entretanto, muchos sobrevivientes habían sido rescatados de las aguas
por pequeños pesqueros; algunos de ellos eran los mencionados marineros
arrojados a las aguas. Todos estaban muy quemados. En la aldea de Le Carbet,
protegida de los flujos por un alto promontorio ubicado al sur de la ciudad, se
encontraron muchas más víctimas horriblemente quemadas. Pocas de ellas
sobrevivieron más de unas horas.
Dentro del área de devastación total, la vida
fue aniquilada totalmente y las propiedades destruidas. Siguiendo hacia el
exterior, existió una segunda zona que sufrió un daño menor a pesar de haberse
registrado numerosas víctimas. Aún más afuera, quedó una franja de terreno en
la cual la vegetación fue quemada pero las personas y animales sobrevivieron.
La mayoría de los cuerpos de las víctimas se
hallaban en actitudes cotidianas, con las facciones calmas y reposadas, señal
evidente de que la muerte les sobrevino sin aviso y prácticamente sin dolor.
Sin embargo, algunos mostraban horribles sufrimientos y expresiones de
angustia. A muchos de los que murieron a la intemperie les había sido arrancada
la ropa.
Algunas casas fueron literalmente pulverizadas,
y para los sobrevivientes fue imposible identificar los lugares más conocidos
de la ciudad. La ciudad ardió muchos días. Equipos de rescate revisaron las
ruinas metro a metro para buscar cadáveres y quemarlos. No se pudo proceder a
ningún funeral. El olor era insoportable. Miles de cadáveres permanecían bajo
la capa de ceniza a varios metros de profundidad, sellados por las lluvias.
Muchos de ellos pudieron ser recobrados solo muchas semanas más tarde, y casi
ninguno pudo ser identificado.
Saldo final
El saldo aproximado de la explosión fue el
siguiente:
§
La destrucción total de St. Pierre, entonces capital y centro
económico de la isla (8 de mayo);
§
Destrucción parcial de Morne Rouge y otros asentamientos en las
laderas sur y este (30 de mayo);
§
Grandes daños en las ciudades de Prêcheur, Grand-Rivière,
Basse-Pointe y Ajoupa-Bouillon.
§
La pérdida de más de 29.000 vidas humanas (28.000 el 8 de mayo y
unas 1.000 el
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