Geografía
y Geología:
El volcán se encuentra a 120
km al occidente de Bogotá y hace parte de la
Cordillera de los Andes, específicamente del
macizo volcánico Ruiz–Tolima
(o Cordillera Central), del que también hacen parte los volcanes Nevado del Tolima, de
Santa Isabel, del Quindío y el Cerro Machín. El macizo está ubicado en la
intersección de cuatro fallas, algunas de
las cuales aún se encuentran activas. Hace parte del cinturón
de Fuego del Pacífico y es el más septentrional del cinturón volcánico de los Andes, que incluye 75 de
los 204 volcanes sudamericanos formados durante el Holoceno.
Este
cinturón es el resultado de la subducción
con dirección al oriente de la placa de Nazca
por debajo de la placa Sudamericana.13 Como
en el caso de otros volcanes en zonas de subducción, el
Nevado del Ruiz puede dar origen a erupciones
plinianas explosivas asociadas a flujos
piroclásticos que pueden fundir glaciares aledaños a la cumbre,
produciendo lahares. Al
igual que muchos otros volcanes andinos, el Nevado del Ruiz es un estratovolcán, es decir, un volcán cónico y de gran altura, compuesto por múltiples
capas de lava endurecida, piroclastos alternantes y cenizas volcánicas. La
cima del volcán tiene laderas con inclinaciones
de los 20 a los 30 grados. A alturas más bajas las laderas son menos
pronunciadas, con inclinaciones cercanas a los 10 grados. A partir de ahí, los piedemontes se extienden casi hasta el la rivera
del Magdalena al oriente, y la del Cauca al
occidente.19 En los dos principales lados de la cima, los acantilados de los
glaciares muestran los lugares en donde se han producido corrimientos de tierra; asimismo, en algunas
ocasiones se ha fundido el hielo de los glaciares, generando lahares devastadores,
incluyendo la erupción más mortal del continente en 1985.
Desde principios de
noviembre de 1984, los geólogos notaron un incremento en el nivel de la
actividad sísmica cerca al Nevado del Ruiz; así como otros indicios de la
erupción que se aproximaba, tales como el aumento de la actividad de las fumarolas, el depósito de azufre en la cumbre del
volcán, y pequeñas erupciones freáticas. Al final, el magma caliente entró en
contacto con el agua, resultando en explosiones debidas a la casi instantánea
evaporación del agua. El más notable de esos eventos fue la expulsión de ceniza
el 11 de septiembre de 1985.
El Nevado del Ruiz erupcionó
a las 9:09 pm del 13 de noviembre de 1985,
expulsando tefra dacítica a más de 30 km en la atmósfera.29 La masa total del
material erupcionado, incluyendo magma, fue de 35 millones de toneladas, únicamente el 3% de la cantidad que expulsó el St. Helens
en 1980. La erupción alcanzó el nivel 3 en el índice
de explosividad volcánica. La masa de
anhídrido sulfuroso expulsada fue de aproximadamente 700.000 toneladas, o cerca
del 2% de la masa del material sólido expulsado, haciendo que la erupción fuera
atípicamente rica en azufre.
La erupción produjo flujos
piroclásticos que fundieron los glaciares y la nieve, generando cuatro lahares
que corrieron por las vertientes del volcán; también destruyeron un pequeño
lago que podía ser observado en el cráter Arenas varios meses antes de la
erupción. Dado que el agua de los lagos volcánicos suele ser extremadamente
salada y contener gases volcánicos disueltos, la composición ácida del lago,
así como su calor, aceleró la fusión del hielo; este efecto fue confirmado por
las grandes cantidades de sulfatos y cloruros encontrados en el lahar.
Los lahares se mezclaron a
medida que avanzaban cuesta abajo. Continuaron su trayecto a una velocidad
promedio de 60 km/h erosionando el suelo, arrastrando rocas y destruyendo la
vegetación. Luego de descender miles de metros, los lahares se dirigieron a los
seis ríos que drenan el volcán. Una vez en sus valles, los lahares crecieron a
casi cuatro veces su tamaño original. En el Río Gualí, un lahar alcanzó un
ancho máximo de 50 m.
Uno de los lahares
virtualmente borró la pequeña área urbana de Armero, en Tolima, que se asentaba
sobre el valle del Lagunilla. Únicamente sobrevivió la cuarte parte de sus
28.000 habitantes. El segundo lahar, que descendió por el valle del Chinchiná,
mató a cerca de 1.800 personas y destruyó cerca de 400 casas en Chinchiná. En
total, más de 23.000 personas perdieron la vida y otras 5.000 resultaron
heridas, y más de 5.000 hogares quedaron destruidos. La tragedia de Armero, fue
el segundo desastre volcánico más mortífero de su siglo, siendo sobrepasado por
la erupción del Monte Pelée en 1902. y el cuarto en toda la historia conocida.
También es el lahar más mortífero del que se tiene conocimiento, y el mayor
desastre natural de Colombia.
La pérdida de tantas vidas,
se debió al hecho de que los científicos nunca precisaron cuándo ocurriría la
erupción, y por qué las autoridades gubernamentales, no tomarían medidas
costosas en prevención, sin una clara advertencia de peligro. Por otro lado,
como la última erupción se había producido 140 años atrás, ya no existía en la
memoria de los pobladores y para muchos fue difícil aceptar el peligro que
representaba el volcán, que los habitantes conocían como el león dormido.
Algo que todos recuerdan:
Omayra Sánchez Garzón (28 de agosto de 1972 - 16
de noviembre de 1985) fue una niña colombiana de 13 años, víctima del
volcán Nevado del Ruiz durante la erupción que arrasó con el pueblo de Armero,
Colombia.
Tenía 13 años y en el
momento de la Tragedia de Armero vivía con
su hermano menor, su padre y su tía. Su madre, durante la tragedia, se
encontraba en Bogotá en un viaje de negocios. Durante el tiempo que Omayra se
mantuvo atorada siempre estuvo encima de los cuerpos de sus familiares. Cuando
los socorristas intentaron ayudarla, comprobaron que era imposible; para
sacarla necesitaban amputarle las piernas. Sin embargo, carecían de equipos de
cirugía y podría fallecer; la otra opción era traer una moto-bomba que
succionara el cada vez mayor fango en que estaba sumergida. La única moto-bomba
disponible estaba lejos del sitio, por lo que solo podían dejarla morir.
Omayra se mostró fuerte
hasta el último momento de su vida, según los socorristas y periodistas que la
rodearon. Durante los tres días, estuvo pensando solamente en volver al colegio
y en sus exámenes.
El fotógrafo Frank Fournier
hizo una foto de Omayra que dio la vuelta al mundo. La fotografía se publicó
meses después de que la chica falleciera, debido a la gangrena gaseosa.
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